sábado, 10 de marzo de 2012

Mascarillas Elvive: Reparación Total 5

Mi cepillo luego de ser usado.
¿A quién alguna vez no le han llamado la atención aquellos potecitos coloridos y llenos de letritas chiquitas que se ven en la sección de ducha de los supermercados? Bueno, definitivamente a muchas personas no; empero, como es mi caso y, seguramente, como es el vuestro también, siempre me sentí tentado a probar alguno de esos productos tan llamativos; sin embargo, mientras llevaba el cabello corto, me pareció totalmente innecesario. Hasta que, claro, el cabello creció. Y como todo cabello sometido a una rutina de sólo champú (¡Ah, hombres! Deberían enseñarnos también a nosotros que el acondicionador existe...), terminé teniendo un estropajo sobre la cabeza. Y no exagero al decir "estropajo".
Fue entonces cuando decidí darme un paseo por aquella cuadra en Jesús María, que algunos lectores peruanos deben de conocer, en la que uno encuentra absolutamente de todo para el cuidado personal. Afortunadamente, mi paso por el colegio y el hecho de que siempre he sido un misfit ante el mundo me han dotado siempre de la misma -¿valentía? ¿firmeza? ¿frescura, quizás?- para ignorar (o reirme, cuando el gesto enmarañado lo ameritaba) las miradas de extrañeza que las señoritas que atendían ponían al ver que un hombre tan normal a simple vista entraba a preguntar por los mismos potecitos cuyo marketing siempre lo cautivó. Debido a que tenía toda la mata enredada (nunca me enseñaron a secar el cabello largo, así que nuevamente: ¡Ah, hombres!), me era imposible cepillarla; además, me habían aparecido horquillas que yo ni había visto hasta ese instante y mi pelo había perdido todo ese brillo -genético, ¡eh!- que, cuando niño, sacaba elogios a los familiares más ancianos. Por todos esos motivos, decidí comprar la mascarilla Reparación total 5 de la marca que yace en el título: Elvive. El "tratamiento capilar reparador" en cuestión prometía combatir los 5 "signos del cabello dañado": caída, resequedad, falta de brillo, falta movimiento y puntas abiertas.

La primera vez que utilicé el producto, me sorprendí de cuánto demoraba en enjuagarlo (tiempo después, aprendí que era porque lo aplicaba sobre el cabello empapado, goteando, lo que no sólo le quita efectividad al tratamiento y lleva a un desperdicio de producto, sino que también hace que sea más difícil retirarlo por lo mismo que nos obliga a aplicar más sobre el cabello para sentir la "cremosidad" propia de estos cachivaches). Luego de dicha aplicación y de aquella peripecia, pude comprobar que mi cabello estaba suave: muy , muy, muy suave. Y eso con dejarlo actuar sólo tres minutos bien contados.
Comencé, consecuentemente, a utilizarlo dos veces a la semana, y poco a poco saltó a la vista el segundo beneficio: el desenredado. Pasar el cepillo ya no era tan difícil como antes, si bien nunca llegó a ser tan fácil como lo es con un cabello sano, y ya no tenía que luchar y jalar con la fuerza bruta (¡Ah, hombres!) que me llevaba a contemplar horrorizado cómo mi cepillo parecía un gremlin con toda esa madeja de pelo que me arrancaba.
Los días fueron pasando, lo mismo con las aplicaciones, y pude ver cómo saltó a la vista el último beneficio que noté: el brillo (Hell, bitches, it's back!, aclarando que eso fue lo que pensé y que el sustantivo "bitches" no va dirigido a ninguna lectora, sino que fue producto de mi sorpresa...).

Bringing the sexy (hair) back.
En resumidas cuentas, la mascarilla me dio cuatro de las cinco cosas que prometió: detuvo la caída (por el quiebre, ojo), quitó la resequedad (aunque esto estaba condicionado al uso semanal de la mascarilla), devolvió el brillo (*emoción*) y también el movimiento (debo hacer otra aclaración acá y decir que esto último lo supongo: tengo el cabello largo, pero no ando meneándolo por allí seduciendo a quién sabe quién, así que no hubo forma de que me dé cuenta). ¿Qué es lo único que no reparó? Aquello que ningún producto en la historia de la humanidad ha podido o podrá reparar: las puntas abiertas. Pero para eso siempre hay un estilista con tijera en mano que nos ayude, ¿no?

Ahora, tras todo el palabrerío, acompañado de un fondo de tambores que resuena en mi cabeza y pensando, acaso absurdamente, que esto crea alguna forma de suspenso, doy mis conclusiones: la mascarilla fue de muchísima ayuda. Tienen que tener en cuenta que el cabello muy dañado, como fue mi caso, no llega a repararse por completo: siempre habrá algo que lo diferencie del cabello sano, así sea algo que sólo nosotros podamos notar. No obstante, el uso de productos hidratantes y que eviten mayores perjuicios a nuestra fibra capilar, como este del que vengo hablando, es importante mientras esperamos que los cortes progresivos vayan erradicando esas matas "muertas". Y qué mejor si es una marca que, aun siendo barata, tiene el respaldo de compañías expertas en el tema.








1 comentario:

  1. jajajajaj me hiciste reír, yo me la compré hoy asique la probaré :)

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